Cinco minutos en un escáner pueden revelar el punto en el que se
encuentra el cerebro del niño en su camino de la infancia a la madurez.
Así lo indica un estudio, realizado por científicos de la Universidad de
Washington (EE UU) y publicado en la revista Science, que también arroja luz sobre el riesgo a sufrir una serie de trastornos psicológicos y de desarrollo.
Los pediatras suelen comparar a sus pacientes, en términos de altura,
peso y otras medidas, con curvas estandarizadas que siguen las líneas
típicas de desarrollo”, explica Bradley Schlaggar, autor principal del
estudio y neurólogo pediátrico de la Universidad de Washington (EE UU).
“Cuando el paciente se desvía demasiado de los rangos estandarizados o
vira bruscamente, el médico tiene que preguntarse por qué”.
La organización general del cerebro cambia a medida que el cerebro
madura. En el nuevo estudio, publicado esta semana en Science, los
investigadores analizaron las distinciones que marcan la transición del
cerebro pediátrico al cerebro adulto, y las adaptó para su utilización
en una técnica de análisis matemático conocido como ‘máquina de vector
de apoyo’.
Para ello, se usaron los datos de resonancia magnética (IRM) de 238
sujetos de entre 7 y 30 años. La máquina de vector de apoyo analizó unas
13.000 conexiones funcionales cerebrales y elaboró un índice único de
la madurez de cada sujeto. Los datos permitieron a los científicos
predecir si los sujetos eran niños o adultos, así como formar una línea
curva aproximada del desarrollo funcional normal del cerebro.
Los investigadores sospechan que los pacientes con trastornos
cerebrales aparecerán fuera de la alineación de la curva de desarrollo
normal. Schlaggar sugiere que las exploraciones funcionales cerebrales
podrían llevarse a cabo sobre un grupo de niños en situación de riesgo,
pero que aún no sufran de un trastorno del desarrollo.
“Cuando una fracción de ellos desarrolle más tarde ese trastorno, se
puede volver atrás y construir un análisis que ayude a predecir las
características del siguiente niño con el mayor riesgo de desarrollar el
trastorno. Este enfoque podría permitir un tratamiento previo a la
aparición de los síntomas y ayudar a los médicos a realizar el
seguimiento de nuevas terapias con mayor rapidez”, afirma.